La alimentación en el Imperio Romano
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La gastronomía romana no siempre ha sido igual, sino que con el paso de los años fue evolucionando al igual que también lo fue haciendo el propio imperio. Estos cambios alimenticios se vieron influenciados principalmente por la influencia griega, más tarde por el paso a la republica y más tarde por las culturas que iban invadiendo mientras el imperio se expandía.
Comidas en el imperio romano
La alimentación dentro del imperio romano se puede destacar con tres comidas diarias. El desayuno que se conoce bajo el nombre lentaculum, el almuerzo con prandium y la cena que destacaba por ser la comida más importante del día.
Dentro del lentaculum podemos ver que lo tradicional era comer una tortas planas con una forma redonda. Estas se elaboraban con farro y un poco de sal. Eso sí, en las clases altas había un menú más variado. En este menú se incluía huevos, miel, queso, lecho y fruta. El pan de trigo no se fue introduciendo en la cultura hasta la llegada de la etapa imperial. Este producto poco a poco fue quitando importancia al pan de farro. En este caso se untaba con vino, queso o uvas para darle un poco más de sabor.
En el Prandium se solían consumir las sobras de la cena del día anterior para aprovechar toda la comida.
Finalmente nos encontramos la cena, la comida más importante del día. Dentro de la clase alta, la cena se producía sobre las 3 de la tarde. Esta cena se podría alargar muchas horas, sobre todo si había invitados importantes ese día. Hay que recordar que la cena para los romanos era la comida más importante.
Durante el periodo de la república temprana y sobre todo de la monarquía, la cena principalmente consistía en puls y gachas. Sobre todo dentro de la clase trabajadora. Normalmente este alimento se había con farro, agua, un poco de grasa y sal. Las clases con un poco más de poder adquisitivo las hacían con verduras o incluso con aceite de oliva. Mientras que las clases altas apostaban por comer puls con huevos, queso, pescado y los días más importantes con carne.
Pero con el paso del tiempo la cena evolucionó, sobre todo cuando la republica se posicionó. En este caso la cena pasó a tener dos platos. El plato principal era fuerte para recuperar energía y finalmente se tomaba una fruta. En las clases con más poder, la fruta en ocasiones se acompañaba con mariscos.
Mientras que a finales de la republica se pasó a tener tres platos principales. Se disfrutaba de una entrada, un plato fuerte y finalmente el postre. Como puedes ver, esto se parece más a nuestras costumbres.
Costumbres del imperio romano en la mesa
La cultura romana se vio muy influenciada por las costumbres griegas, sobre todo a partir del 300 a.c. En primer lugar estas costumbres llegaron a las clases altas y más tarde a las diferentes clases sociales.
Según iba aumentando el imperio romano, las riquezas iban aumentando. Todo esto provocó que las comidas pasasen a ser cada vez más grandes y de más calidad. Eso sí, llama la atención que no se apostaba por los alimentos nutricionales, sino por los alimentos que eran fáciles de aligerar. Algo comprensible, ya que ayudaba a conciliar mejor el sueño.
A la hora de sentarse a la mesa, los romanos siempre apostaban por ir vestidos con ropa sencilla, a la vez que la cena siempre se realizaba en una habitación especial. Esta estancia recibía el nombre de triclinium.
Llama la atención que durante la monarquía solo los hombres podían estar en la mesa, mientras que los esclavos servían a los ricos. Pero esto cambió a finales de la república tardía y la época imperial, cuando la mujer podía sentarse con los hombres en la mesa. Durante esta época se permitía que las mujeres se pudieran reclinar junto a los hombres en las comidas. Hay que recordar que la tradición marcaba que las mujeres tenían que cenar derechas enfrente de los hombres.
Otra de las costumbres romanas marcaban que había que lavar las manos y los pies antes de cenar.
Platos típicos
En la entrada se solía tomar gustatio o promulsis. Estos eran platos muy ligeros y se acompañaban de una bebida llamada mulsum. Era una mezcla de miel con vino.
El plato fuerte o caput cenae era un plato bastante consistente. Los días más importantes este plato podría incluir carnes, aunque no todo el mundo se podía permitir el lujo de comer carne. Eso sí, hay que destacar que la presentación en muchas ocasiones era más importante que los propios ingredientes.
Finalmente tomaban un postre. Las uvas era la fruta preferida de la gran mayoría de romanos. Otros alimentos que se solían tomar en el postre eran la pasas, almejas o las ostras. Con el paso del tiempo, los pasteles elaborados con trigo y algo de miel ganaron mucha importancia en la alimentación romana.